Despedida
Ha llegado el momento de partir, el momento de la despedida. Es algo que me resisto a hacer y que temía desde hace tiempo. Ese pequeño hueco en el estómago se ha ido convirtiendo en un vacío imposible de llenar. Sentado en la soledad de mi espacio inmediato, me siento abrumado por la pesadez de tu ausencia. Te has ido y no sé qué decir, no sé que hacer... solo siento... siento el dolor... lo siento aquí... muy dentro...
Y aquí estoy,
a media noche,
en medio de la nada,
digiriendo un enorme
hueco en el estómago...
Sólo estoy consciente de mis deseos de estar a tu lado. Nada más parece tener sentido en esta oscuridad que me rodea a pesar de que las lámparas emiten el zumbido característico que me indica que están funcionando. Es en estos momentos en los que quisiera que todos mis sueños se hicieran realidad, que realmente pudiera colgarme de una ráfaga de viento y volar a través de valles, montañas y mares en un viaje sin duración en el tiempo, en un viaje en el que tu corazón fuera el destino, en el que tu alma fuera el amante que me espera...
Ojala estuviera llegando a ti...
el día está muriendo,
pero tu imagen sigue
tan viva como siempre.
Lento, pero sin tregua,
has conquistado mi corazón...
Pero no queda más remedio que aceptarlo. Esta es una más de esas tantas despedidas a las que hemos tenido que someternos. Algunas han durado sólo unos instantes, otras nos han mantenido alejados por siglos, aunque cada vez nos volvemos a encontrar. Sabemos que pronto así será, que volveremos a estar juntos, pero no deja de doler, y el dolor genera lágrimas que llueven en nuestros corazones y nublan nuestra visión.
Una lágrima acumulada en un ojo,
surgiendo del manantial de la ternura,
contrapunto que se opone al llanto
abundante de la desesperación...
Y a pesar de todo, siempre tienes la respuesta adecuada al alcance de la mano. No es justo que estemos tristes pues tenemos mucho por lo cual ser felices... así que suprimo las lágrimas y someto el dolor. Te agradezco todo lo que me has dado, en especial el sabor de ese beso, la suave sensación de tus labios en contacto con los míos, la calidez de tu aliento... cada vez que te extrañe más de lo que pudiera soportar, cerraré mis ojos para sentirlo una vez más... y pensaré en ti...
Ha sido larga la espera,
tan larga como una vida,
años y años de vivir a medias,
siglos eternos sin saber de ti,
pensando que tal vez no existieras,
pero soñando y deseándote aquí...
Y de repente llegaste,
sin dar aviso previo,
barriendo las penumbras de ayer,
como salida de un sueño,
personaje etéreo de mis fantasías
materializado en mujer...
Hasta ahora mismo en tu corazón...
Y aquí estoy,
a media noche,
en medio de la nada,
digiriendo un enorme
hueco en el estómago...
Sólo estoy consciente de mis deseos de estar a tu lado. Nada más parece tener sentido en esta oscuridad que me rodea a pesar de que las lámparas emiten el zumbido característico que me indica que están funcionando. Es en estos momentos en los que quisiera que todos mis sueños se hicieran realidad, que realmente pudiera colgarme de una ráfaga de viento y volar a través de valles, montañas y mares en un viaje sin duración en el tiempo, en un viaje en el que tu corazón fuera el destino, en el que tu alma fuera el amante que me espera...
Ojala estuviera llegando a ti...
el día está muriendo,
pero tu imagen sigue
tan viva como siempre.
Lento, pero sin tregua,
has conquistado mi corazón...
Pero no queda más remedio que aceptarlo. Esta es una más de esas tantas despedidas a las que hemos tenido que someternos. Algunas han durado sólo unos instantes, otras nos han mantenido alejados por siglos, aunque cada vez nos volvemos a encontrar. Sabemos que pronto así será, que volveremos a estar juntos, pero no deja de doler, y el dolor genera lágrimas que llueven en nuestros corazones y nublan nuestra visión.
Una lágrima acumulada en un ojo,
surgiendo del manantial de la ternura,
contrapunto que se opone al llanto
abundante de la desesperación...
Y a pesar de todo, siempre tienes la respuesta adecuada al alcance de la mano. No es justo que estemos tristes pues tenemos mucho por lo cual ser felices... así que suprimo las lágrimas y someto el dolor. Te agradezco todo lo que me has dado, en especial el sabor de ese beso, la suave sensación de tus labios en contacto con los míos, la calidez de tu aliento... cada vez que te extrañe más de lo que pudiera soportar, cerraré mis ojos para sentirlo una vez más... y pensaré en ti...
Ha sido larga la espera,
tan larga como una vida,
años y años de vivir a medias,
siglos eternos sin saber de ti,
pensando que tal vez no existieras,
pero soñando y deseándote aquí...
Y de repente llegaste,
sin dar aviso previo,
barriendo las penumbras de ayer,
como salida de un sueño,
personaje etéreo de mis fantasías
materializado en mujer...
Hasta ahora mismo en tu corazón...