Aviso oportuno: Se solicita conciencia...
Las noticias nos hacen saber que la carrera por la elección presidencial en los Estados Unidos está alcanzando su punto culminante. Las encuestas coinciden en darle de 6 a 8 puntos porcentuales de ventaja al actual presidente republicano Jeorge Bush sobre su contrincante demócrata John Kerry. Sin embargo, al parecer esta diferencia pudiera no ser definitiva, ya que muchos de los votantes manifiestan su descontento con dos cosas principales: la guerra promovida por los Estados Unidos contra Irak y el estado de la economía estadounidense.
No es secreto, por otro lado, que la economía depende en gran medida de los resultados de la guerra, pero lo que realmente me interesa comentar es el descontento que el pueblo de los Estados Unidos manifiesta en contra de ella. Las razones esgrimidas son muchas y muy variadas, desde las nunca descubiertas armas de destrucción masiva, hasta los costos que esa guerra, al parecer interminable, representa.
Recorriendo las noticias provenientes de los Estados Unidos, me llama la atención que quienes manifiestan su descontento con la guerra, consideran con frecuencia a los jóvenes norteamericanos que han perdido o perderán la vida en Irak.
Independientemente de si esos jóvenes son todos norteamericanos o no (ya se ha hablado en la prensa de aquellos que por obtener la nacionalidad aceptaron ir a la guerra...) el argumento es válido: la pérdida de vidas humanas en una guerra es siempre lamentable. Y tan lamentables son esas muertes como las ocurridas durante la dictadura de Saddam Husein, las cuales también se han utilizado como argumento para soportar la decisión de ir a la guerra por parte del gobierno de los Estados Unidos.
Sin embargo, en quién yo me pongo a pensar es en los muertos civiles de Irak. Aquellos que nada tuvieron que ver con la dictadura o con la decisión de bombardear las ciudades irakíes. Aquellos que no representaban una amenaza para la reserva petrolera de los Estados Unidos. Aquellos que no representaban una amenaza para el resto de la humanidad. Por más que intento alejar este asunto de mi cabeza, no puedo dejar de pensar en esos niños... esas mujeres... esos ancianos...
DESPEGA EL AVION, levanta el vuelo con la gracia de un dinosaurio, atisba el horizonte, busca presa. Maquinaria hecha por el hombre para desgracia del hombre. Triunfo insignificante sobre sus limitaciones motrices y derrota mayúscula para las esperanzas de la especie.
El blanco ha sido localizado, pero en la mente del piloto no es blanco, es negro del negro del petróleo, es verde del verde de los dólares nauseabundos, es gris de ese gris que no alcanza para activar la conciencia dormida.
Blanca es la paz, blanca es la leche materna que dejará de fluir, blanca es el alma de los niños que se convertirán en parte de las estadísticas de daños colaterales, en blanco está la lista de las buenas intenciones.
El piloto presiona el disparador y el misil se lanza en busca de su objetivo. La conciencia se quedó en casa y el misil no tiene alma. Es más bien un depredador, un coleccionista de esas almas que pronto saltarán en pedazos.
Humano, eres por definición materia organizada que ha llegado a tener conciencia de sí misma, pero no dejo de preguntarme si eres o no un ser imaginario, hipotético, mítico. En dónde quedó la conciencia cuando estalló el misil?
Camino entre los muertos y estos me miran con curiosidad desde la profundidad de sus cuencas vacías, me preguntan en silencio por qué tuvieron que morir, se levantan de sus posturas rotas e intentan alcanzarme con sus miembros cercenados, me acosan buscando entender dónde quedó la conciencia.
Muy dentro de mí, escucho la pregunta, pero no tengo respuesta...
No es secreto, por otro lado, que la economía depende en gran medida de los resultados de la guerra, pero lo que realmente me interesa comentar es el descontento que el pueblo de los Estados Unidos manifiesta en contra de ella. Las razones esgrimidas son muchas y muy variadas, desde las nunca descubiertas armas de destrucción masiva, hasta los costos que esa guerra, al parecer interminable, representa.
Recorriendo las noticias provenientes de los Estados Unidos, me llama la atención que quienes manifiestan su descontento con la guerra, consideran con frecuencia a los jóvenes norteamericanos que han perdido o perderán la vida en Irak.
Independientemente de si esos jóvenes son todos norteamericanos o no (ya se ha hablado en la prensa de aquellos que por obtener la nacionalidad aceptaron ir a la guerra...) el argumento es válido: la pérdida de vidas humanas en una guerra es siempre lamentable. Y tan lamentables son esas muertes como las ocurridas durante la dictadura de Saddam Husein, las cuales también se han utilizado como argumento para soportar la decisión de ir a la guerra por parte del gobierno de los Estados Unidos.
Sin embargo, en quién yo me pongo a pensar es en los muertos civiles de Irak. Aquellos que nada tuvieron que ver con la dictadura o con la decisión de bombardear las ciudades irakíes. Aquellos que no representaban una amenaza para la reserva petrolera de los Estados Unidos. Aquellos que no representaban una amenaza para el resto de la humanidad. Por más que intento alejar este asunto de mi cabeza, no puedo dejar de pensar en esos niños... esas mujeres... esos ancianos...
DESPEGA EL AVION, levanta el vuelo con la gracia de un dinosaurio, atisba el horizonte, busca presa. Maquinaria hecha por el hombre para desgracia del hombre. Triunfo insignificante sobre sus limitaciones motrices y derrota mayúscula para las esperanzas de la especie.
El blanco ha sido localizado, pero en la mente del piloto no es blanco, es negro del negro del petróleo, es verde del verde de los dólares nauseabundos, es gris de ese gris que no alcanza para activar la conciencia dormida.
Blanca es la paz, blanca es la leche materna que dejará de fluir, blanca es el alma de los niños que se convertirán en parte de las estadísticas de daños colaterales, en blanco está la lista de las buenas intenciones.
El piloto presiona el disparador y el misil se lanza en busca de su objetivo. La conciencia se quedó en casa y el misil no tiene alma. Es más bien un depredador, un coleccionista de esas almas que pronto saltarán en pedazos.
Humano, eres por definición materia organizada que ha llegado a tener conciencia de sí misma, pero no dejo de preguntarme si eres o no un ser imaginario, hipotético, mítico. En dónde quedó la conciencia cuando estalló el misil?
Camino entre los muertos y estos me miran con curiosidad desde la profundidad de sus cuencas vacías, me preguntan en silencio por qué tuvieron que morir, se levantan de sus posturas rotas e intentan alcanzarme con sus miembros cercenados, me acosan buscando entender dónde quedó la conciencia.
Muy dentro de mí, escucho la pregunta, pero no tengo respuesta...