marzo 10, 2005

Rutina

El Sol se levanta en el horizonte mientras la Luna le sonríe en el lado opuesto del firmamento. El viento fresco de la madrugada barre los últimos vestigios de oscuridad. Un nuevo día se asoma a tu ventana.

El canto de los pájaros llena con bullicio las copas de los árboles, mientras los primeros rayos de luz te arrancan del país de ensueños. Te estiras con pereza y las sábanas se pegan a tu piel, tratando de llevarte de vuelta a la última imagen de un sueño especialmente agradable. Pero es hora de volver a la vida y finalmente te decides a iniciar la aventura de un nuevo día.

El agua de la ducha humedece tu cuerpo haciendo florecer tu piel desnuda. El agua se escurre por los resquicios de tu cuerpo mientras impregnas el jabón con el aroma de tu piel. Luego secas con delicadeza cada parte de ti, alisas tu cabello oscuro y te echas encima las ropas destinadas a esconder la belleza de tu desnudez.

Algo habrá para el desayuno, no quiero adivinarlo, tú sabrás qué. Y te lanzarás a la rutina de un día más, todo de acuerdo al horario, a la programación hecha de antemano, a la secuencia que define el pasar de las horas. Al final del día, harás un recuento de eventos, de interacciones, de pendientes por hacer, y finalmente, viajarás otra vez por las veredas de los sueños, restaurando ánimos y fuerza para iniciar un día más.

Tu vida se desliza por las laderas suaves de la rutina, pero no hay elementos invariables en esa rutina, no hay cosas que no puedas modificar. Sólo de una cosa puedes estar segura, sólo una no puedes cambiar: en cada momento de tu día, en cada instante de tu noche, hay alguien que te recuerda, alguien que no te puede olvidar.
Noctámbulo

La fotografía fue tomada de: http://myth.com/color/magenta_g.html