marzo 07, 2005

Luna menguante

Image hosted by Photobucket.comLa Luna se asoma entre las montañas mostrando el arco de su apagada sonrisa. Inicia su jornada habitual recorriendo los senderos que marcan los planetas entre las constelaciones que adornan la bóveda celeste. Las estrellas iluminan su camino con luz titilante.

Las aves de rapiña nocturnas lanzan un lastimero llamado desde la arboleda y los roedores corren hacia la entrada de sus refugios subterráneos manteniendo una actitud alerta. Los murciélagos hacen sus recorridos lanzando sus rayos de sonar para localizar las presas al vuelo. Insectos que se dirigían hacia la luz de los faroles desaparecen como por arte de magia cuando un aleteo fugaz se cruza en su camino.

Los perros ladran en la lejanía hacia una sombra desconocida que ha irrumpido en su territorio y otros responden de igual forma, armando un pandemonio de ladridos y lamentos. De algún punto más cercano se escucha el roce de las hierbas mientras los conejos saltan de aquí para allá en busca de los brotes de pasto más tiernos. Mientras tanto, algún gato merodea a la espera de que alguna de sus crías vague a una distancia imprudente.

Es la rutina de la noche en la que sus criaturas deambulan, merodean y perecen a diario, de la misma forma que la Luna deambula por el firmamento, merodea entre las sombras y perece cíclicamente.

Conforme transcurren las noches, la luz de la Luna se vuelve más tenue, permitiendo el regreso de las sombras de una manera lenta pero inexorable. Mis ojos se adaptan paulatinamente a la oscuridad que todo lo cubre a la espera de que las sombras arrasen con los últimos vestigios de luz.

Esperando con resignación el momento en que la Luna menguante se eclipse de manera definitiva, observo con intensidad a mi alrededor intentando grabar en mi memoria cada detalle del universo que me rodea. Cada uno de esos detalles se envuelve cuidadosamente para protegerlo del olvido y después se almacena en un rincón de mi memoria localizado en las profundidades inalcanzables de mi mente.

Llegará el tiempo en que nos volvamos a encontrar y deba explorar nuevamente esas profundidades para rescatar mis recuerdos de jornadas compartidas, de sonrisas dirigidas, de caricias propiciadas, de besos anhelantes, de respiraciones suspirantes, de cuerpos deseados y deseantes, de seres amados y amantes. Llegará el tiempo de echar mano a esos recuerdos para reconocerte una vez más en mí, para reconocerme una vez más en ti...

Golpean suavemente mis pupilas las sonrisas que me prodigaste y rozan mi piel las caricias que me llevaron en viajes de ida y vuelta hasta lugares de ensueño. Besos cubiertos de ternura vienen a posarse suavemente sobre mis labios y mis manos se visten lentamente con tu piel.

Eventualmente lo único que podré observar serán las estrellas y ellas serán el último recordatorio de tu presencia. Cada constelación recorrida en tu compañía tomará nuevo significado, cada explosión de supernova en el universo será un recuerdo que se niega a perecer.

Hoy mi universo se hunde en las penumbras y tu sonrisa se pierde en las profundidades de mi mente, de la misma manera que la sonrisa de la Luna desaparece en el firmamento con el pasar de los días. Eventualmente llegará el momento en el que mi universo se sumerja en el frío del olvido... y entonces reinarán nuevamente las sombras y la Luna no regresará...

Pero un nuevo ciclo habrá de iniciar algún día en un tiempo ahora remoto pero a la vez impostergable. Ese día me veré nuevamente reflejado en ti y una nueva explosión llenará mi universo de luz... de esa luz que ahora se extingue...